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“Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad.
No es tarea fácil la que hemos acometido.
Pero no es tarea ingrata.
Luchar por un alto fin es el goce mayor
que se ofrece a la perspectiva del hombre.
Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir.
El que no lucha, se estanca, como el agua.
El que se estanca se pudre.”

Raúl Scalabrini Ortiz

 

 

Sí: este, el del gestor cultural, es un puesto de lucha. Por encontrar nuevas y mejores formas de vivir en comunidad con un sentido.

Como primer paso, considero imposible desligar la gestión de la política, Y la política se basa en un sistema conceptual que la sostiene. Se trata de campos muy imbricados a pesar de la creciente despolitización a que se nos quiere conducir desde instancias de poder fuertemente politizadas. Como los medios de comunicación

No hay gestión per se. No existe gestión que no responda a una política explícita o implícitamente. Y no hay política que no responda a una ideología ni se ponga en juego a través de una estrategia. Y cuando hablo de política no me refiero sólo a lo que se hace desde las diferentes instancias de gobierno.

Es necesario interrogarse cada vez sobre las nociones en torno de las cuales, dentro de las cuales y hacia los cuales nos movemos: cultura, gestión, identidad, política, desarrollo. En nuestros países desde cada uno de sus municipios hay que pensar las políticas culturales y su gestión en función de la inclusión social porque no tenemos opciones, aunque lo parezca: una gestión que opere con un sentido restringido (artes, literatura, patrimonio, espectáculos) contribuye a ampliar las brechas, profundiza la distinción en el sentido bourdieuano de la palabra en lugar de saldarlas. Por más que un buen desarrollo de dichas actividades, mejore la circulación económica e incorpore más gente al circuito producción-difusión- consumo. Pero ser ciudadano no es lo mismo que ser consumidor: y la cultura resulta fundamental a la hora de construir ciudadanía, siempre y cuando se amplíe el paradigma desde del cual se actúa, sin que esto implique – como se excusan algunos analistas de las políticas culturales para mantenerse en los viejos cauces –  delirios de grandeza ni reclamar para el sector cultura el manejo de todos los asuntos de la sociedad.

En sociedades como las nuestras, de profundas desigualdades, no podemos darnos el lujo de planificar políticas que sólo apunten a ampliar las posibilidades de consumo de bienes culturales a la mayor cantidad posible de habitantes, aunque este sea un objetivo necesario también. Pero con la democratización de lo que hay no alcanza, con producir más de lo mismo tampoco.

EDUCAR EN CULTURA[1]

Formar en Gestión Cultural es Educar en Cultura considerando que el gestor cultural -como operador del sentido de vida de una comunidad – tiene mucho de docente y que Educación y Cultura son campos interpenetrados. Se educa tanto en las aulas como en

  • la curaduría de museos y muestras,
  • la programación de ciclos y festivales de cine, teatro, música,
  • promoción de determinadas actividades (comidas regionales, artesanías, etc.).

 Como punto de partida que la Educación es emergente de la cultura porque:

  • No hay educación sin cultura simplemente porque ésta es la matriz, el marco, el contenido y el fin de todo proceso de formación humana.
  • Todo proceso formativo (educativo) es “total” y cualquier separación entre lo físico, emocional y mental debe ser operativa.
  • Todo docente es un gestor cultural, en la medida en que opera sobre el horizonte simbólico de la comunidad
  • Es imposible no culturar porque consciente o inconscientemente siempre estamos educando en cultura: enculturando
  • La educación, en tanto campo cultural específico, es el principal vehículo a través del cual una determinada sociedad o sectores de la misma producen continuidad y sentido en función de la necesidad de concretar sus intereses generales y/o particulares (hegemonías culturales) y de ir actualizándose históricamente en el seno de espacios culturales concretos.

No debería haber formación profesional alguna que no incluyera nociones de las culturas en que habrán de ejercerse o, cuando menos, las herramientas necesarias para entrar en contacto intercultural efectivo.

Creemos que la educación en cultura debe abarcar al menos cuatro campos bien definidos:

  1. La formación docente. La reformulación de programas en los distintos niveles e instituciones basados en esta concepción socio-antropológica de la cultura, que obliga no solo a un cambio de contenidos sino también de metodologías. Porque el método es el contenido: no se puede hablar de una concepción abierta de cultura y utilizar los viejos métodos del enciclopedismo. El docente es un gestor cultural, no en el sentido de gerenciamiento sino por lo que implica de gestación. Y cumple un papel esencial porque se educa desde y por el mantenimiento y proyección de determinadas formas de vida y tomando constantemente decisiones sobre cómo imbricar sistémicamente los elementos culturales (materiales, de organización, de conocimiento, simbólicos y emocionales) en función de la construcción de un determinado proyecto y no de otro. El maestro puede ser agente de afirmación de prejuicios socioculturales o, por el contrario, un factor decisivo en la integración y el respeto del otro.
  2. La formación de agentes culturales. El espacio cultural contemporáneo, heterogéneo, complejo,conflictivo y cambiante exige agentes cada vez más capacitados para conocer la comunidad en que se insertan y actuar en ella. Agentes que, además de los conocimientos técnicos, se formen en un modelo abierto, reconozcan las pautas culturales en sus propias cotidianeidades, y recurran a su creatividad y – lo que es fundamental – a la creatividad de la comunidad en la que intervienen
  3. La formación artística
  4. La formación de públicos / ciudadanos. Estrechamente vinculada a las anteriores instancias de formación, es – en un sentido general – el objetivo último de las otras tres, toda vez que asegura la continuidad de la cultura. Por lo común “formación de públicos” se sinonimiza con “formación de consumidores”, dado que se trataría de crear necesidades de consumo de productos artísticos, orientando (¿manipulando?) sus posibilidades de elección. Por eso, agregamos en un mismo nivel “ciudadanos” porque entendemos que este concepto conlleva una connotación de actividad, decisión, libertad y conciencia. Formar en cultura es formar en ciudadanía.

Por eso, la capacitación y la formación devienen ejes estratégicos claves en una política cultural.

LA CULTURA NOS HACE BIEN

La cultura nos hace bien. En el doble significado de que genera bienestar y de que nos construye como seres humanos, como ciudadanos… si nos movemos con un concepto amplio de cultura considerándola como una forma integral de vida para gestionarla y formar así los agentes necesarios que aporten al desarrollo integral de las personas y las sociedades.

En cada uno de nuestros municipios hay que pensar las políticas culturales y su gestión en función de la inclusión social porque no tenemos opciones, aunque lo parezca:  un sentido restringido (artes, literatura, patrimonio, espectáculos) a menudo lleva a ampliar las grietas en lugar de saldarlas. Aun cuando se mejore la circulación económica e incorpore más gente al circuito producción-difusión- consumo. Pero ser ciudadano no es lo mismo que ser consumidor: La creación cultural es el espacio que confiere sentido al progreso material – y no al revés. Porque es factor de identidad social.

Trabajamos sobre el horizonte simbólico de la comunidad. La cultura no es la continuación de la economía por otros medios.

En diciembre del 2001 el país estalló. No había dinero, apenas casi monedas, represión, se sucedían esperpentos presidenciales… ¿qué buscaban los grupos de teatro independiente que se formaron, los foros de discusión, los encuentros de intelectuales y artistas, durante el 2002? ¿Salvarse económicamente? Por cierto, que no:  intentaban al menos las preguntas para encontrarle significado al estar en este lugar del mundo.

Veinte años después, en el contexto de pandemia que padecimos, las actividades culturales furon un sostén invalorable para soportar confinamientos, cuarentenas, angustias varias. Y no sólo las que se resuelven virtualmente y el entretenimiento sino también las que tienen que ver con organización comunitaria, alimentación, concientización – que, en nuestra concepción – son claramente culturales.

Porque ahí se halla la clave:  vivir en comunidad con un sentido. Y en la medida en que contribuya a eso la cultura (nos) hace bien. El gestor cultural es un operador del sentido: cataliza esas energías que atraviesan la cotidianidad. Y ayuda a mejorar la calidad de vida aportando a un desarrollo verdaderamente humano.

GESTIONES INTEGRADAS

Se tornan imprescindibles las gestiones integradas. Se dan distintos tipos de relaciones entre las áreas de gobierno donde predomina el sector económico.  Sin embargo, es posible articular acciones con otros campos en que el aporte de Cultura permitirá lograr mayor eficiencia y eficacia: Educación, Salud, Alimentación, Obras Públicas, Relaciones Exteriores, Seguridad y Defensa.  Además, se aprecia la importancia de la cooperación cultural como estrategia política en la que cada parte obtiene una ganancia, aun cuando no se mida en dinero, más allá de los fines altruistas de los enunciados. Gestiones integradas conservando la autonomía de cada área.

Estamos convencidos de que la cultura es el sentido último ¿único? del desarrollo. Dicho en términos tomados de la informática: la cultura formatea el desarrollo. La gestión cultural constituye una formidable palanca del desarrollo humano si se fundamenta en un concepto abierto y operativo de cultura y si toma en cuenta los rasgos identitarios de las sociedades en que se ejerce. Identidad ni rígida ni anclada en esencias inmarcesibles si no cambiante, conflictiva, en un marco de interculturalidad.

De estas nociones partimos para formar en Gestión Cultural a profesionales situados con firmeza en el territorio para mejorar la calidad de vida de las sociedades en las que se comprometen.

Referencias

Referencias
1 Las reflexiones de este pasaje están desarrolladas en Olmos, Héctor – Santillán Güemes, Ricardo (2000): Educar en Cultura, Buenos Aires, CICCUS.
Héctor Olmos

Gestor Cultural, escritor, docente e Investigador (UNA-UNDAV).