Lucrecia Martel / Ya no estoy aquí
Apartir de una entrevista publicada en el portal digital “La Folk Argentina”, a la directora de cine Lucrecia Martel (Argentina-2016), y la película “Ya no estoy aquí” de Fernando Frías (México-2019). Se pondrán en relación ambos elementos para pensar qué entendemos hoy por folclore.
Los acontecimientos folclóricos forman parte de nuestras vidas de forma subyacente.
Precisamente el estudio del folclore es un intento por entender y reflexionar sobre aquellas expresiones y representaciones culturales que nos constituyen como comunidad, aquello subyacente y lo que no tanto.
Desde algunos sectores académicos hay ciertos prejuicios y desconocimiento acerca de la disciplina folclórica, sobre todo en relación a los nuevos enfoques. Desde nuestra tarea es primordial poder visibilizar miradas y lecturas del folclore más actuales. Desde la práctica los diferentes lenguajes expresivos también, poco a poco van irrumpiendo en la realidad y se van abriendo camino. La potencia de la cultura popular los instala, aun siendo ninguneados por las “artes” y ciencias hegemónicas. Hasta que el fenómeno, en principio considerado subalterno o de la “subcultura”, se vuelve un actor social, político y cultural.
En la entrevista la directora Martel trae varios cuestionamientos al mundo del folclore, los que entendemos como formulados desde lugares de cierta cristalización. Un sentido común del folclore que al día de hoy siguen muy arraigados tanto en el común de la sociedad, como en aquellas personas que cuentan con formación académica.
Algunas de las reflexiones de Lucrecia Martel:
“El folklore me ha parecido siempre una categoría inútil cuando no peligrosa”
“Lo que ahí se encuentra parece condenado a la repetición y la conservación malsana. Como si las expresiones de la humanidad para ser valiosas debieran tener antecedentes. Y, con una sustitución provocativa, diría que prefiero el trip al folk. El viaje, la aventura, antes que la afirmación de ‘lo nuestro'”
“Quizás sea posible otra mirada sobre la música, la narración oral, el canto, la literatura, el cine, la televisión, la democracia, la política, el trabajo de funcionario público, el comercio, el amor, el desamor, en fin, quizás sea posible ver algo nuevo si nos alejamos un poco de las ideas de esencia, de identidad que tan rápidamente nos sumergen en el patriotismo barato, belicoso y corrupto en el que esté país parece empecinado. Barato, porque hay pocos esfuerzos de reflexión sobre lo que nos constituye como comunidad. Belicoso, porque fácilmente engendra intolerancia. Y corrupto, porque está siempre a tiro para encontrar justificaciones a los privilegios”
Es bueno tener en cuenta que la cineasta se refiere a lo que ella observa en la provincia de Salta, particularmente. Sin embargo, es algo que también puede trasladarse y sucede comúnmente en otras partes, hasta en otros países de la región. Donde en ciertos territorios hay una fuerte presencia de lo tradicional entendido desde posturas conservadoras. Lo que puede relacionarse a lugares con un fuerte peso de familias locales poderosas e influyentes, que generalmente provienen de un linaje de familias feudales, que manejan las actividades económicas y políticas. La mayoría de ellas, se muestran muy resistentes a los cambios y las transformaciones culturales; es una forma de control social local, funcional a sostener su hegemonía y prestigio. Como las llama Lucrecia Martel: “el establishment cultural de la provincia”. Ya que si se aceptan las transformaciones sociales y culturales, es posible que estos sectores minoritarios, pierdan su poder simbólico, por lo tanto parte de su influencia sobre el resto del colectivo social. En consecuencia en éstos lugares, es de ésta forma como se reproducen determinados imaginarios con relación a que representa lo folclórico.
Las preguntas que surgen serían las siguientes: ¿Por qué es tan difícil develar éstos mecanismos? ¿Cuán poderosos son éstos imaginarios sobre el folclore; que siguen tan vigentes?; siendo en algunos casos ideas tan anacrónicas a sus tiempos?…
Es pertinente la crítica de Martel en relación a concebir la tierra únicamente como propiedad material. Ya que en éste sentido, la referencia a la que alude es el claro privilegio de clase, de unos pocos. Por otro lado, también dentro del folclore y la cultura popular se habla a la tierra, pero como un territorio de pertenencia colectiva, que porta saberes, historia, disputas y afectos. Y no solo como propiedad privada destinataria de concentración de poder.
El segundo elemento desde el cual se pretende continuar la reflexión sobre éstos interrogantes, y contrastarlo con los dichos de Martel, es la película “Ya no estoy aquí” (2019). La cual nos muestra aunque sea desde un relato ficcional, la realidad de una actualidad muy palpable. La realización del largometraje de Fernando Frías desde México, pone en juego los sentidos construidos desde lo folclórico como cultura popular, en el presente y en total articulación con las problemáticas sociales, políticas y económicas. De ésta forma aporta otra mirada de los fenómenos folclóricos, alejada de la reproducción de prácticas conservadoras funcionales a los sectores de poder. El largometraje visibiliza la problemática de la inmigración forzada por la pobreza; el desarraigo y la soledad que genera esa situación. Haciendo que su protagonista encuentre refugio y contención en la música y la danza, haciendo de ellas un estilo propio, un metacódigo para su grupo, una marca identitaria y lugar de pertenencia. Donde tienden puentes con músicas de la región, del folclore Colombiano, que ellxs[1] denominan “cumbia rebajada”; combinándolo con una danza semi ritual. Ponen en convivencia además, una forma de vestir 22,y lucir, que incorpora varios rasgos de los atuendos precolombinos aztecas en combinación con lo mestizo. Y una especial manera de hablar, un tipo de lunfardismo, mezclando formas coloquiales mexicanas, colombianas, y del inglés.
Estxs jóvenes excluidxs del sistema y de cualquier posibilidad de proyección a futuro, encuentran en esas formas de expresión, que son folclóricas, que les traen su pasado de manera resignificada en total conexión con el presente; un lugar común, un escape de su dura realidad, un espacio de afecto, de compartir aquello que les gusta y le devuelve un poco de goce. Son esas prácticas folclóricas las que les brindan la posibilidad del sentirse parte, del estar, y componen los lazos sociales rotos por la enorme desigualdad que lxs rodea. Reforzando su colectividad que es casi lo único que tienen, a partir de la particularidad en su forma de vestirse, el gusto por la música que escuchan y el estilo en que la bailan.
A diferencia de lo planteado por Martel, creemos que no se trata de pensar en clave de un “patriotismo barato, belicoso y corrupto”, sino de poder contextualizarnos históricamente y entender que, nuestro pasado es belicoso, siempre lo fue y seguramente lo seguirá siendo, ya que continuamos peleando por mejores condiciones para el conjunto de la sociedad. Y no por ser intolerantes, sino que es nuestra historia de lucha y resistencia desde la colonización a ésta parte, debemos entender éstas problemáticas para poder visibilizar y ser respetuosxs de la diversidad cultural que nos atraviesa. Por eso tampoco queremos que sea “barato”, sino reflexionar en contexto para poder interpretar muchas de las nuevas formas de expresiones culturales y folclóricas, que nacen no de la cultura conservadora del establishment, sino justamente del lado opuesto, desde los sectores populares. Transformándose en resistencia y rebeldía contra la injusticia y la desigualdad, para también dejar de ser un “patriotismo corrupto”.
Fuentes
La Folk Argentina. (Noviembre 2016). “Lucrecia Martel: “El folklore me ha parecido siempre una categoría inútil”.
Youtube. (2019). Avance de la película “Ya no estoy aquí”.
Referencias
↑1 | Utilización: “X” en reemplazo de las vocales, sustantivos, adjetivos y pronombres que tienen en nuestra lengua una marca explícita de género, a fin de evitar denominaciones genéricas asociados solo a lo masculino. |
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